martes, 23 de noviembre de 2010

La tranquilidad del hogar


No hay nada más placentero en el mundo que la tranquilidad del hogar. Regresar de un largo viaje de negocios y saber que todo esta igual como lo hemos dejado, es lo único que un buen señor, como yo, podría desear. Abrir las puertas del hogar y encontrar a la esposa bien vestida y lista para salir a cenar, a la niña crecida y hermosa en verdad. Ya lo decía mi augusto padre, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.
Ya vuelve, ya vuelve dicen sin parar. ¿Será ese hombre el que entra y sonrie sin parar? Dicen que es "papá" pero no se bien quién es, tiene bigote y mirada cansada, me dan ganas de llorar. Nany agarrame fuerte, mami no me sueltes o un berrinche escucharás.
Ya esta aquí, donde debe estar. Con su fiel esposa y su bella hija que lo reciben al llegar. Me vestí como si fuera a un funeral. Regresa y mi vida social no tiene otro rumbo más que terminar. ¿En dónde quedarán los cafés de media tarde con Oscar y las reuniones de bordar? Una mujer en su casa y a la espera de su esposo debe estar, eso es lo que él no se cansa de recitar.
El patrón se deja ver cansado al entrar. Como si su esposa no supiera lo que hace en realidad, en los viajes de negocios que dice tomar. Pero a mi no me va a engañar, yo lo conozco sin antifaz, cuando sus manos vivarachas me quieren tocar. Lo que debe ser lejos de la mirada de su esposa, si así se ha de comportar en el sagrado recinto de su hogar. No hay nada más placentero en el mundo que la tranquilidad del hogar cuando él no ha de estar.

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