jueves, 27 de mayo de 2010

Nothing to lose


Anduvimos toda la noche. El sordo silencio de las oscuridad nos tranquilizaba y, al mismo tiempo, se volvía perturbador. Andábamos como quién respira, sin pensarlo cruzando el campo y la inmensa negrura.

Comenzó a amanecer y la radio dejo de funcionar. A esa altura del camino ni las torpes canciones de la radio local podían cortar el silencio reinante, dentro y fuera del auto.

No nos habíamos dicho dónde, sólo subimos y andamos. Nos largamos a la carretera, como se dice en las películas.

El sol mostraba sus primeros resplandores naranjas y me miraste fijo. Por primera vez desde que subimos sacaste la vista del asfalto. Los segundos se hicieron eternos, me sostenías la mirada pero sin mirarme. Te conozco, por dentro tuyo pasaban miles de pensamientos, miles de horas, miles de palabras, miles de imagenes de una vida que habiamos dejado atrás.


-¿Te olvidaste de algo?- me preguntaste suavemente como si esto fuera un simple viaje de placer. Te negué con la cabeza, aún desconcertada por tu pregunta. Esperaba más. No creía que me fueras a rebelar el porque de toda esta vida, pero si algo más que una trivial pregunta de turistas en vacaciones.


El sol comenzaba a calentar el ambiente y se sentía en el auto. Seguíamos andando.


-El horizonte está aún muy lejos- me dijiste con la mirada en el cielo.

-Sigamos entonces - te dije- No tenemos nada que perder.

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